¿Prefieres
tener razón o ser feliz? Todos tenemos opiniones sobre quién tiene razón y
quién está equivocado, según nuestra propia forma de entender las cosas; y
todos podemos encontrar razones que justifiquen nuestra opinión y nuestros
sentimientos. Deseamos castigar a otras personas por lo que nos han hecho. Sin
embargo, somos nosotros quienes “pasamos la película” una y otra vez en nuestra
mente. Es tonto castigarnos ahora por el daño que alguien nos hizo en el
pasado.
Para
liberar y dejar atrás el pasado es preciso estar dispuesto a perdonar, aún
cuando no sepamos cómo hacerlo. Perdonar significa renunciar a nuestros
sentimientos dolorosos y sencillamente dejar que lo que los provocó se marche.
Un estado de no perdón destruye algo dentro de nosotros.
Cuando
estamos enfermos, es preciso que observemos lo que nos rodea y veamos qué
necesitamos perdonar. Generalmente, sucede que aquella persona a la que creemos
que no vamos a perdonar jamás, es realmente a la que más necesitamos perdonar.
No perdonar a una persona, no le causa ningún daño, sin embargo a nosotros nos
provoca estragos.
Los
rencores y heridas que nos duelen, tienen mucho que ver con perdonarnos a
nosotros mismos. Afirma que estás totalmente dispuesto a perdonarte:
“Estoy
dispuesto a liberarme del pasado”. “Estoy dispuesto a perdonar a todos aquellos
que alguna vez me hicieron daño y me perdono por el daño que yo causé a otros.”
Si
piensas en alguien que te hizo daño, bendice a esa persona con amor y libérala.
Después, deshecha el pensamiento. Para ser libre es necesario abandonar el
resentimiento y superar los sentimientos de autocompasión. Cuando sufres un
ataque de autocompasión, te conviertes en una persona desamparada que no tiene
ningún poder.
Ojalá
pudiéramos comprender que todos nuestros supuestos problemas son sólo
oportunidades para crecer y cambiar y que la mayoría de ellos proceden de las
vibraciones que hemos estado emitiendo. Lo único que tenemos que hacer es
cambiar nuestra forma de pensar, estar dispuestos a disolver el rencor y
perdonar.
Fuente:
Louise L. Hay Publicado por: Ángeles
Torres