En un mundo en el
que todo ha pasado a ser ostentoso y ruidoso, resulta difícil apreciar el poder
de la introspección. Aunque es la mejor manera de renovarnos, a veces nos
olvidamos de utilizar el arte del silencio, que simplemente significa
permanecer en calma durante unos minutos. Cuando experimentamos utilizando un
poco de silencio introspectivo, pronto nos damos cuenta de su capacidad para
recargar y fortalecer nuestra vida interior.
La introspección consiste en adentrarse en el interior de
cada uno y encontrarse con uno mismo varias veces
al día. No se trata de rechazar la vida y sus retos, ni tampoco de aislarse: es
cuestión de elegir el silencio y de dirigir la mirada hacia el interior, no por
temor o desagrado sino porque este acto nos llena de confianza y da sentido a
nuestras vidas. Además nos ofrece la oportunidad de reflejar y comprender los
modelos del ser que crean problemas y exigen cambios. Sencillamente, nos otorga
la perspectiva de poder empezar a cambiar nosotros mismos.
La verdadera
introspección nos posiciona en la neutralidad. Nos alejamos de los conceptos
inútiles y de las conclusiones erróneas sobre nosotros mismos y sobre los
demás. Permanecer en este estado de equilibrio durante un tiempo nos ayuda a
encontrar respuestas a algunas preguntas. Nos trae paz. Libera la mente y le
proporciona la claridad necesaria para eliminar las insignificancias y el apego
habitual a los detalles innecesarios que bloquean nuestra percepción de todo
aquello que nos rodea.
“Mantén a una distancia
prudente la presión y las prisas que vienen del mundo exterior y Crea un
espacio fuera del bombardeo de opiniones, palabras, plazos, preocupaciones y
temores.”
Fuente: Anthony Strano Publicado por:
Ángeles Torres